Sentimientos cinéfilos...

domingo, 20 de enero de 2008

El Evangelio según San Mateo (1964), de Pier Paolo Pasolini


¿Cuál sería el resultado de una combinación marxista y cristiana? En la política, quizás la consecuencia sería demasiada contradictoria para ser realidad, a pesar de varios intentos en convulsionados años anteriores. Sin embargo, el séptimo arte lo consiguió gracias a la visión poética de uno de los más grandes directores de cine del siglo pasado: Pier Paolo Pasolini.
Paradojas del arte, El Evangelio según San Mateo (“Il Vangelo secondo Matteo” en el original, sin el “San”) se convirtió en una de las mejores representaciones cinematográficas de la vida de Jesús de Nazareth según el Vaticano, gracias al Gran Premio de la Oficina Católica Internacional de Cine (OCIC) en abril de 1965, un año después de su estreno. La dedicatoria al papa Juan XVIII, artífice del Concilio Vaticano II, es un claro ejemplo de esta tregua entre Pasolini y la Iglesia Católica, quien había censurado su cortometraje La ricotta, protagonizado por Orson Welles en el papel de un director de cine de Hollywood que buscaba recrear la pasión del fundador del cristianismo. Las consecuencias fueron carcelarias: la película fue secuestrada judicialmente por “vilipendio a la religión del Estado” y el cineasta, procesado y condenado.

Trasfondo de una visión artística
Ateo, marxista, homosexual y amante de la juventud –en su acepción sexual-, este feroz ensayista y poeta logró otorgarle su sello al primer texto del Nuevo Testamento, pese a los ataques del marxismo ortodoxo – ¿un militante contando una historia religiosa?-, y de sectores del catolicismo, que veían a un hereje y un intruso en sus propias creencias.
El proyecto había nacido en Asís en octubre de 1962. Invitado por la Pro Civitate Christiana a un congreso de cineastas, al que finalmente no asistió para evitar que lo confundieran con un “convertido”, Pasolini descubrió un solitario Evangelio en la mesita de luz de la habitación del convento donde se hospedaba. Al percatarse de las pocas probabilidades de encontrar otro texto, se volcó a su lectura, especialmente al del atribuido a San Mateo. “Sentí una energía terrible, casi física, casi manual”, una fuerte “emoción estética” y la necesidad de “hacer algo”, contaría años después el cineasta al tratar de explicar sus primeros sentimientos y darse cuenta de que ahí se encontraba una historia a ser contada. Además, le conmovió el carácter revolucionario del texto de Mateo, por ser el “más próximo a la realidad terrestre del mundo donde Cristo apareció”.
En un reportaje otorgado a la revista italiana 30 días, el Dr. Lucio Caruso, el amigo católico de Pasolini e instigador sutil de la película, afirmó que él no colocó el Evangelio en su habitación, a pesar de ser uno de los artífices de la invitación del cineasta a Asís, aunque sí logró que la estadía de Pasolini se extendiera gracias a una caricia al ego del artista: se leyó a toda la comunidad del lugar algunas poesías suyas, especialmente las que tenían el sentido religioso más marcado. Conmovido por la comprensión de su obra, Pier Paolo agradeció el gesto porque la marginación ya existía en su vida.
En una carta a Alfredo Bini, su productor, Pasolini explicaba con pasión sus ansias por convertir el texto bíblico en poesía visual: “El único caso de belleza moral no mediatizada sino inmediata, en estado puro, lo he experimentado en el Evangelio. (…) La idea de hacer una película sobre el Evangelio es, debo confesarlo, fruto de una curiosa oleada irracionalista. Quiero hacer una pura obra de poesía, incurriendo quizás en el peligro del esteticismo”.
Luego de problemas de financiación, de negativas del mundo católico, tanto conservador como progresista, y de las críticas marxistas por no hacer un producto netamente ideológico, logró convencer a Bini de realizar la película y, junto con la ayuda de Caruso, el padre Giovanni Rossi, fundador de la Pro Civitate Christiana, y hasta de Juan XXIII, comenzó la difícil tarea de filmar.

“No he venido para traer paz, sino espada” (Mt. 10,34)
Propongo un juego: volver a la época del Jesús histórico, encontrar uno de los apóstoles, digamos Pedro, y darle una cámara de video. Seguramente, por ser un aficionado, y aún más en aquella época libre de tecnologías, Pedro logrará captar imágenes con groseros errores: movimientos bruscos de cámara, cambios de ritmo, luz y sonido y flojos encuadres.
Justamente esto es lo que buscaba Pasolini ya que el grado de espontaneidad y autenticidad es la base de El Evangelio según San Mateo, junto con la contratación de actores no profesionales en los roles principales, que otorga un carácter neorrealista a la obra, y la lejanía con los parámetros del cine religioso, dotado con grandes escenarios y especial atención en la representación exacta de la época.
En la película, existen varios detalles que hacen al todo. La elección de los actores no fue casual. La participación de algunos amigos poetas e intelectuales de Pasolini en los roles de los discípulos y su propia madre como la anciana Virgen María fueron partícipes primarios durante la elaboración del guión. Sin embargo, le costó encontrar a quien representara su visión de Cristo: enérgico, autoritario, obrerista y revolucionario, es decir, fiel al texto de Mateo, sin cambiar o inventar una línea de diálogo. Finalmente, lo encontró en un estudiante catalán de 19 años, Enrique Irazoqui, que buscaba entrevistar al cineasta por su libro Ragazzi di vita.
Su Jesús no tiene pelo largo ni barba abultada ni ojos azules como el de Franco Zeffirelli. Sus rasgos son occidentales, pero toscos, como los de los demás protagonistas del filme. A pesar de su ateísmo, Pasolini reivindicaba la figura de un Cristo popular y resistente, con un discurso sin grises: ataca a todo aquel que ose ponérsele en el camino de su misión, pero más como hombre que como una entidad divina. No quiere ser un mártir: quiere transmitir su mensaje sin importarle las consecuencias. Sus duros debates con el Sanedrín bosquejan una personalidad fuerte, llamada a ser el portavoz de la salvación de los hombres. Los primerísimos planos de su rostro demuestran la importancia que le da Pasolini a la palabra y las expresiones de este Cristo. Es un líder que no necesita de la majestuosidad de sus milagros ni de la condescendencia con el prójimo. Sí necesita que su mensaje sea escuchado y tomado como la única verdad, afín a una desobediencia civil y revolucionaria.
El vestuario tampoco se acomoda a la época: está inspirado en la pintura del siglo XV, especialmente en la de Pietro Della Francesca, junto con algunas escenas sólo visibles para memoriosos. Las localizaciones italianas elegidas representan el simbolismo que el cineasta quiere atribuirle a su obra: no hay una reconstrucción de la Palestina antigua, sino el uso de las edificaciones de la Italia meridional.
Para Pasolini el cristianismo es universal. He aquí la razón de la elección de la música de la película: además de la música original de Bacalov y Rustichelli, se mezclan Bach, Mozart y Prokofiev con cantos africanos y afroamericanos.
La mirada marxista de Pasolini yace en toda su película, especialmente al quitarle el aura divino a Jesús, pero conservando el misticismo cristiano a través del lirismo poético que la convirtió en uno de los filmes más profundos de la historia del cine.

Sensaciones
María mira a José, quien devuelve una mirada perdida y ofuscada a su amada. Su enojo es innegable: su mujer, virgen aún, está embarazada. Antes de una reacción violenta, el padre del futuro Jesús opta por refugiarse en unas rocas, donde unos niños juegan. La aparición del ángel Gabriel desvela las sospechas de una infidelidad: le cuenta sobre el Espíritu Santo y la misión del niño por venir. Son las primeras palabras de la película.
La expresividad de María y José demuestran la poesía de Pasolini. No hacían falta palabras ni música. Sólo ellos dos para dar comienzo al lirismo y transportar al espectador a la vivencia realista de los hechos, cual documental apostólico.
A lo largo del filme, la música eleva las imágenes a un espacio divino, mas no la figura terrenal y humana de Cristo. La escena de la visita de los Reyes Magos con la dulce melodía Sometimos I fell like a motherless child glorifica la presentación formal del niño Jesús. La matanza de los recién nacidos – o de los santos inocentes, según la mitología cristiana-, es una marea militar por las rocas, donde mercenarios romanos sedientos de sangre afloran en busca de masacrar todo atisbo de juventud.
Milagros narrados austeramente, pero con la fuerza en la figura de Cristo, y confrontaciones con el poder judío y romano, enaltecen el carácter poético del guión.
La pasión de Jesús en la película de Pasolini es un antónimo del hiperrealismo de la película de Mel Gibson, donde la sangre es el leit motiv de un insulto al buen gusto y cercano a la mitología antisemita elevada a verdad a partir de la Edad Media. En la primera, no hay sangre ni tortura explícita ni sadismo. El sufrimiento es mostrado a través de planos generales y efímeros primeros planos del rostro de Jesús, lejos de querer causar náuseas en el espectador.
Sólo Pasolini se percató de que el texto de Mateo tenía una connotación cinematográfica. Y así plasmó una obra maestra.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cinéfilo, te invito a que dediques un minuto a conocer el himno que enseñan a los niños en Cataluña, el himno que enseñaron el año pasado a mi hija de 11 años.

Dedica un minuto a conocer la letra de Els Segadors, el famoso himno oficial de Cataluña que habla de exterminar a los españoles

Els Segadors - Himno oficial de Cataluña traducido

Gracias.

Soledad Burgos dijo...

bien

senses and nonsenses dijo...

he llegado aquí buscando información sobre 'El evangelio según San Mateo', y me ha encantado el post que te has currado sobre la peli. me he permitido recomendarlo en mi blog. espero que te parezca bien.
veo que acabas de iniciar prácticamente esta aventura y te deseo lo mejor, porque parece que tienes cosas que contar.

saludos.